Quisiera nombrarlos a todos
Por: Isaac Nahón Serfaty
Quisiera nombrarlos a todos
y con las palabras
convocarlos uno a uno.
Memoria, vínculo último,
testimonio del bendito recuerdo.
Quisiera que Papá Salomón,
con su voz justa y severa,
me dijera “No andes descalzo”.
Y que jugara de nuevo
una partida de ajedrez con Izack,
o hiciera una carambola
en la casa de la playa.
Quisiera que Mamá Sara,
con su dulzura de letuario,
celebrara un Día de las Madres.
Y que su sonrisa volviera,
como cuando jugaba Pelé
porque se acordaba de Río.
Quisiera preguntarle a Gabriel,
inteligencia superior,
poema a Sión.
Y que el llanto de mi madre
cesara al verlo llegar
de la mano de su padre,
sus caras de alegría.
Quisiera estar con Moisés
en la tienda de Jerusalén,
allí en la ciudad santa,
caminar con su bastón
y remontar la colina.
Quisiera volver con Samuel
un domingo a El Junquito,
para comernos un asado,
y escuchar de sus labios
la anécdota picante
con olor a hierbabuena.
Quisiera que Alberto,
en una lección de historia,
me hiciera descubrir las claves
de dónde venimos,
de quiénes somos.
Quisiera que Jaime
debatiera de política,
escribiera unos versos
y cantara una canción
para su amada Estherina.
Quisiera escuchar a Moselín
entonar un piyut en Maripérez,
su voz en la radio aquel día
en el que me convencí
que las casualidades
no existían.
Quisiera que Abramito
me llevara a Maracaibo
a bailar unas gaitas
para saber cómo
zuliano y sefardí
se combinan.
Quisiera que Mercedes
me diera una lección de piano,
y una tarde con té
interpretara a Chopin
para que a mi padre
se nombrara.
Quisiera que Mary,
en la solemnidad del Shabat,
me recibiera en su casa,
y que el aroma de la adafina
se convirtiera en nostalgia.
Quisiera que Joseph
tocara el Shofar
que se escucha a la distancia,
diciéndome aquí vamos
todos en la misma nave.
Quisiera que Tita Nelly (de Montreal)
me contara de los veranos en el chalet,
mientras la nieve cubre las calles
de blanco sobre blanco.
Quisiera que Tita Berta,
con esa elegancia tan suya,
me relatara sus viajes
de Tánger a Paris,
cosmopolita y magnífica.
Quisiera que Mercedes la prima,
en su lucidez preclara,
recordara Tetuán
como si fuera apenas ayer
que los escalones se contaban.
Quisiera que Salomón supiera
que ahora comprendo su heroísmo,
fortaleza del espíritu
que remonta toda dificultad,
que supera todo reto.
Quisiera que Mamá Israel
me bendijera
al entrar por esa puerta
de su casa en la Judería.
Quisiera que la abuelita Simy
caminara de nuevo
por la playa de Río Martín
cantando un romance antiguo.
Quisiera que el abuelo Emilio
me hablara de Argentina,
me develara ese misterio
que hay detrás de esas gafas oscuras.
Quisiera que la bondad de Chuchi
se desbordara por el mundo,
y volverme a montar en su VW
para sentir esa felicidad
que nunca se acaba.
Quisiera que Salvador,
con su risa sonora,
nos contagie de optimismo
para cruzar el estrecho
el día del exilio.
Quisiera que Salomón, mi tío,
pasee conmigo por Tánger,
me lleve por los rincones
de la ciudad blanca
y del mar sin límites.
Quisiera que Alicia, mi prima,
volviera a Puerto Azul
y saliera de esa foto
desde su juventud eterna.
Quisiera con Ángel
ir a Margarita,
para que la amistad y el sol
borraran toda sombra.
Quisiera que Ramón Riera
disertara sobre Venezuela,
para demostrarme que en el país
también hay grandeza.
Quisiera que la Señora Alicia
nos preparara un quesillo,
con ese sabor criollo
de la Caracas amable,
de los diciembres felices.
Ottawa, 8 de junio de 2008
Nostalgia?
ResponderEliminarHay algo de nostalgia, pero es más un ejercicio de memoria. Una pequeña historia personal a partir del recuerdo de seres queridos.
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