jueves, 13 de septiembre de 2018

La “necropolítica” como esperpento: sobre la exhumación de Francisco Franco

El cadáver de Francisco Franco (1892 - 1975),
general y dictador que gobernó España de 1939 a 1975,
es exhibido en el Palacio del Pardo en Madrid el 24 de noviembre de 1975. 

El escritor Ramón María del Valle-Inclán, creador del esperpento, estaría seguramente complacido al constatar que el género teatral que ideó está más vigente que nunca en la política. Vayamos primero a la definición del esperpento que da el propio Valle-Inclán de boca de Don Latino y Máximo Estrella, personajes de su obra Luces de Bohemia (1920):

Don Latino - Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada […] Max – España es una deformación grotesca de la civilización europea […] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas […] Max – […] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas […]”

La decisión del gobierno español presidido por Pedro Sánchez de exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, votada por una ajustada mayoría en el congreso, tiene características esperpénticas, en el sentido que le da Valle-Inclán al término. El decreto ley del gobierno del PSOE tiene como objetivo arreglar las cuentas pendientes que dejó la llamada Transición, especialmente en lo que se refiere a la “memoria histórica” sobre la traumática Guerra Civil y los años de la dictadura franquista. Se trata de poner a Franco en su sitio, o si se quiere, de sacarlo del monumento que pretende conmemorar a todos los caídos en la guerra civil, pues, argumentan los socialistas, el Generalísimo fue el principal verdugo de al menos la mitad de esas víctimas.

La clave esperpéntica de Valle-Inclán nos permite profundizar en el análisis simbólico y comunicacional de la decisión de Sánchez y su gobierno, y compararla con otras situaciones que, si bien difieren en cuanto al contexto social y cultural, ilustran lo que podríamos llamar el fenómeno de la “necropolítica”. Para ello nos vamos a detener en la difusión televisiva en 2010 de la apertura del sarcófago que guardaba los restos de Simón Bolívar, exhumación dirigida por el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez. En este caso, como tantos otros, incluyendo el tráfico del cadáver de Eva Perón que tan bien relatara Tomás Eloy Martínez en su novela Santa Evita, el eterno debate ruso sobre si se debe enterrar el cuerpo de Lenin, la mano embalsamada de Álvaro Obregón, caudillo y presidente de la revolución mexicana, que se exhibió durante años, el foco está en el valor del muerto, o si se quiere, en la tensión dialéctica entre su sacralización y su profanación.

El 15 de julio de 2010 a eso de las dos de la madrugada, Chávez anunció vía Twitter que el cadáver de Simón Bolívar, el Libertador de cinco naciones suramericanas, había sido exhumado con el fin de determinar las “verdaderas causas” de su muerte hacía prácticamente doscientos años. Unas horas más tarde, el vídeo con los detalles de la exhumación de los restos de Bolívar fue transmitido en cadena nacional de televisión. Una primera lectura de este hecho nos indicaría que estamos frente a un acto de “revelación de la verdad” que, como en el caso de Franco, busca ejercer algún tipo de justicia histórica. Con Bolívar la excusa fue establecer cómo y porqué murió, en el marco de una teoría conspirativa de Chávez según la cual el Libertador habría sido asesinado. Con Franco, la intención es relocalizarlo material y simbólicamente en la historia reciente de España.  

En clave esperpéntica, ambos casos tienen que ver con la imagen del héroe proyectada en espejos que la deforman. Es obvio que Chávez buscó con ese acto, como lo hizo en muchísimas ocasiones, acercar la figura mítica de Bolívar a la suya. No es casual que la voz en off de Chávez acompañara las primeras imágenes difundidas en televisión de la apertura del sarcófago con los restos del Libertador. Paradójicamente, el efecto de acercamiento de los personajes se da a través de la desacralización del héroe fundador de la patria, como ya lo notara Valle-Inclán en su “estética sistemáticamente deformada”.

En la iconografía tradicional, Bolívar es el guerrero a caballo o el legislador que redacta las Constituciones de las nacientes repúblicas americanas, o incluso el delirante idealista que sobre el Chimborazo sueña una patria grande y unida. En todas estas representaciones están los elementos de una “religión republicana”, en palabras del historiador Elías Pino Iturrieta, en la que el “divino” Bolívar juega un papel central en un panteón de héroes militares. Pero, el mostrar urbi et orbi el esqueleto inerme del Libertador tiene un efecto justamente esperpéntico, es decir que deforma la imagen del héroe a través de la mediación de la pantalla de televisión y de las redes digitales. Ya no nos situamos en el registro épico, sino en el registro grotesco del esqueleto que se baja de los altares patrios para modificar el imaginario colectivo asociado con un símbolo normativo de la sociedad.

Es en su dimensión pragmática que el performance esperpéntico adquiere su verdadera connotación política. Hubo en la transmisión televisiva de la exhumación de los restos de Bolívar una sensación de híper realismo que se mezclaba con el “irrealismo” de lo impensable ante la desacralización del llamado Padre de la Patria. Entre muchos venezolanos se confirmó el efecto desconcertante que el esperpento produce en la audiencia, pues lo que era familiar (la iconografía heroica de Bolívar) se convirtió en extrañamente iconoclasta. Ya en España algunos denuncian una eventual profanación de la tumba de Franco, o incluso de la utilización electoralista por parte de Sánchez de este decreto con el fin de ganar de puntos en los votantes que se sitúan más a la izquierda.

La “necropolítica” en su vertiente esperpéntica – es decir, en su vocación de invertir los valores asociados al héroe clásico – busca también reescribir la Historia (con H mayúscula). Chávez presentó dos años después un nuevo rostro de Bolívar, recreado digitalmente a partir del cráneo exhumado aquel julio de 2010, lo que algunos consideraron como un intento más del comandante presidente de acercar su propia imagen a la de un Libertador que sería más zambo que vasco (los Bolívar eran de origen vasco). El rostro digitalizado del Bolívar zambo se ha convertido en la imagen oficial del Libertador.

El PSOE de Sánchez quiere ser el partido que complete la tarea pendiente de la Transición para terminar de borrar las huellas del Franco heroico de la historia y del patrimonio español. Además de re polarizar a la sociedad española, obligando a sus adversarios políticos del PP y de Ciudadanos a tomar partido sobre el significado actual de Franco, la decisión de Sánchez podría dar pie para transformar el significado del Valle de los Caídos, como lo ha dicho el historiador José Álvarez Junco, eliminando el carácter de mausoleo del dictador, y en un lugar que sirva para explicar a las nuevas generaciones lo que ocurrió en la guerra civil y durante la dictadura franquista.

Pero el ruido y la furia propios de debates inflamados en las redes sociales ha dado cuenta de la idea de convertir el Valle de los Caídos en un “museo de la memoria”, como lo había propuesto originalmente Sánchez. Ahora el presidente español propone que el monumento construido por Franco pase a ser un cementerio civil. Con ello seguramente busca un compromiso político para que sea aprobado en el congreso su proyecto de ley, y los restos de Franco sean desalojados de allí, lo que caldeará los ánimos de los nostálgicos de la dictadura

Valle-Inclán estaría admirado del potencial escénico que tiene la “necropolítica” en esta era de medios digitales, grandes espejos cóncavos desde los que consumimos millones de imágenes deformadas.

3 comentarios:

  1. Sánchez no sabe que uso darle posteriormente al Valle de los Caídos. Y no lo sabe porwuecrealmente no tiene importancia, cualquier destino es aceptable. La intención de Pedro es desenterrar a Franco par a enterrar la Historia (con mayúscula). Mientras el Generalísimo descanse en su mausoleo, será un odioso recordatorio de la derrota fatal que sufrió el comunismo, pero también el anarquismo y el socialismo, en la malentendida Guerra Civil, magistralmente contada y deformada por los derrotados. Enterrar la derrota de un remedo de República, presidida por Largo Caballero, correligionario político del inefable Pedro, y primer presidente español miembro del PSOE.

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  2. Sánchez no sabe que uso darle posteriormente al Valle de los Caídos. Y no lo sabe porwuecrealmente no tiene importancia, cualquier destino es aceptable. La intención de Pedro es desenterrar a Franco par a enterrar la Historia (con mayúscula). Mientras el Generalísimo descanse en su mausoleo, será un odioso recordatorio de la derrota fatal que sufrió el comunismo, pero también el anarquismo y el socialismo, en la malentendida Guerra Civil, magistralmente contada y deformada por los derrotados. Enterrar la derrota de un remedo de República, presidida por Largo Caballero, correligionario político del inefable Pedro, y primer presidente español miembro del PSOE.

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    1. Tu comentario es interesante porque apunta al problema que los españoles tienen con su pasado. Les pesa mucho como trauma del cual no han podido recuperarse del todo. Por eso los nacionalismos trasnochados como el de los catalanes o el radicalismo de Podemos.

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