martes, 21 de febrero de 2017

In Memoriam Mahmoud Eid


La semana pasada viví uno de los momentos más difíciles desde que llegué al Departamento de comunicación de la Universidad de Ottawa. Como una bofetada inesperada, brutal, recibí una noticia devastadora: mi amigo y colega Mahmoud Eid había fallecido de forma repentina. Pensé inmediatamente en su esposa, la también amiga y colega Aliaa Dakroury, y en sus tres hijos Yomna, Ahmed and Yassmin. Sentí un inmenso dolor. Traté de comprender lo inexplicable. Mahmoud era un joven académico, profesor dedicado a sus estudiantes, investigador polifacético y productivo, y, sobre todo, un ser humano cálido, amable y hospitalario.

De todas esas cualidades de Mahmoud puedo dar fe, pues desarrollamos una colaboración de varios años en un gran proyecto en el área de la salud de la mujer, más específicamente en alianza con SenosAyuda, y Bolivia Bocaranda y todo el equipo de activistas en la lucha contra el cáncer de mama en Venezuela. A Mahmoud le hacía gracia que yo dijera que después de mí, él era el profesor en el departamento que mejor conocía Venezuela, a donde viajamos en cuatro oportunidades.

Mahmoud jugó un papel clave en este proyecto. Lo enriqueció con sus contribuciones sobre ética y comunicación (fue el artífice del Código de Ética de SenosAyuda), percepción de riesgo y prevención en salud, y su análisis sobre el papel de los medios de comunicación en la divulgación del conocimiento médico. También jugó un papel central en el diseño y aplicación de los instrumentos con los que medimos el impacto de los talleres y mesas de trabajo que organizamos con las diferentes organizaciones de pacientes, médicos y funcionarios de salud pública.

Los viajes a Venezuela también contribuyeron a cimentar nuestra relación personal. Largas conversaciones nos sirvieron para intercambiar notas sobre nuestras respectivas vidas: él, un egipcio que emigró a Canadá con su familia para estudiar y después de desarrollar una exitosa carrera académica; yo, un judío venezolano nacido en Marruecos que también se vino a Canadá, primero para estudiar y luego para dedicarse a la enseñanza e investigación. Un ejercicio que disfrutábamos mucho era comparar las similitudes entre la jaquetía, el dialecto judeo-español del norte de Marruecos, y el árabe. Así pasábamos el tiempo descubriendo el sentido de palabras y expresiones que vienen de la lengua árabe y que los judíos marroquíes usamos con frecuencia.

Mahmoud me acompañó en un gran momento de alegría personal cuando celebré en Caracas mis 50 años (la foto que ilustra esta nota fue tomada ese día). Allí conoció a mi papá, Jacob Nahón Z”L, con quien conversó en árabe sobre los recuerdos de Tánger y de la vida en Marruecos.

Los viajes a Caracas también sirvieron para que Mahmoud conociera a colegas de la UCAB, con quienes colaboramos en nuestro proyecto de salud de la mujer. A uno de ellos se le ocurrió llamar a Mahmoud “Rafucho”, pues podría pasar por un maracucho cualquiera. A Mahmoud eso le producía mucha gracia. La verdad es que además del trabajo de investigación en el terreno, las visitas a Caracas fueron inolvidables ocasiones para consolidar la amistad y las relaciones humanas.

En nuestras muchas conversaciones no podían faltar discusiones sobre el conflicto árabe-israelí y sobre las relaciones entre musulmanes y judíos. Debo decir que Mahmoud siempre fue muy respetuoso en su forma de abordar estos delicados asuntos.  Primero, como egipcio apreciaba el valor de la paz y destacaba la importancia de mantener vínculos con Israel, incluso en el campo académico, y particularmente en el área de los estudios en comunicación. Con respecto a las relaciones entre musulmanes y judíos, comparábamos las similitudes entre las dos religiones, y siempre intercambiábamos felicitaciones y bendiciones por nuestras respectivas celebraciones.

Mahmoud Eid me enseñó a apreciar mejor el valor de la apertura y la diversidad como algo que enriquece nuestras vidas y nos hace mejores. De él guardaré el recuerdo de su sonrisa, su sentido del orden, tanto en el plano físico (su oficina siempre estaba impecable) y en el plano intelectual (siempre preocupado por la consistencia y coherencia en las escritos y propuestas), y su entusiasmo por entablar nuevos proyectos abiertos al mundo para aprender y compartir el conocimiento.

Descansa en paz, querido amigo.


Isaac Nahón Serfaty
Ottawa, 21 de febrero de 2017

domingo, 19 de febrero de 2017

Reflexiones sobre La conjura del esplendor

Palabras de Isaac Nahón durante la presentación de La conjura del esplendor en la Universidad de Ottawa el pasado 16 de febrero, 2017.


Quiero antes que nada agradecer a mis colegas Luis Abanto Rojas y Jorge Carlos Guerrero por haberme dado la oportunidad de presentar la novela que coescribí con Meir Magar, La conjura del esplendor, aquí en la Universidad de Ottawa.

Quiero también agradecer a todos los presentes por acompañarme en esta ocasión a pesar de las inclemencias del invierno.

Quiero dedicar esta presentación a la memoria de mi amigo y colega Mahmoud Eid, profesor en el Departamento de comunicación. I would like to dedicate this presentation to the memory of my friend and colleague Mahmoud Eid, in the spirit of openness and appreciation of diversity that guided our collaborations in intercultural and international communication. Descansa en paz, querido amigo.

La presentación estará dividida en cuatro partes: 1. ¿Cuáles son los retos de escribir una novela a cuatro manos?; 2. ¿Por qué el título y por qué esta portada?; 3. ¿Qué sentido tiene contar hoy en día la historia de los sefardíes en el contexto de este mundo convulso?; 4. ¿Cuál es la relación entre ficción, historia y actualidad?

Primero, quiero compartir mis impresiones sobre la experiencia de escribir una novela a cuatro manos, especialmente cuando median cuatro mil kilómetros de distancia entre los dos autores. Claro que hoy en día tenemos Whatsapp, Skype, correo electrónico, Google. Sin embargo, a pesar de toda la tecnología, el reto de la escritura a dos no es tanto cómo intercambiar información, textos, sino cómo ir generando una historia, o varias historias (como es el caso en esta novela), que resulten más o menos coherentes, y que puedan capturar el interés del lector.

Como todo en la vida, La conjura del esplendor tiene un origen, y este origen se debe a una investigación que Meir empezó sobre los Nahón. Él una investigación muy completa, leyó muchos documentos y, por supuesto, la historia de los Nahón es la de los sefardíes expulsados de España. El resultado de esa investigación se convirtió en un artículo que Meir publicó en la revista Maguén-Escudo del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas. Pero Meir tenía muchísimo material que había recopilado. Un día me llamó y me dijo: aquí tengo un montón de información interesante sobre los sefardíes, y se me ocurre que podría escribir una novela con esto. ¿Quieres que escribamos la novela juntos?

La verdad que no estaba seguro qué podría salir de este experimento. Meir se ocupó de todo lo que es histórico o antiguo en La conjura del esplendor. Yo me concentré en lo que es actual, o al menos en lo que nos habla del mundo de hoy. El reto era cómo conectábamos esos dos ejes narrativos. ¿Qué podía unir la saga de los descendientes del gran poeta Yehudá Ha’Leví Abulafia con una trama de delirios apocalípticos de fanáticos religiosos tan propia de este convulso mundo de hoy en día?

El proceso de escritura fue un contrapunteo, como se dice en el llano venezolano, a veces bastante intenso, pues a un capítulo histórico o antiguo de Meir, le seguía otro mío anclado en la actualidad de las conspiraciones, los hackers y un trabajo casi detectivesco que hacen algunos de los personajes de la novela.

Pero hubo momentos en que el juego se trancó, y el contrapunteo no salía tan fluido. Más que escribir, en esos momentos de “páginas en blanco”, especialmente para mí, una conversación por Skype con Meir ayudaba a encender la chispa de la imaginación y a encontrar la salida del laberinto que habíamos construido.

Ahora bien, ¿por qué llamamos la novela La conjura del esplendor y por qué la portada tiene un ojo y un anzuelo? (portada que por cierto diseño mi hijo Gabriel, quien hizo un gran trabajo). El otro día conversando con mi colega Pierre Lévy, me hizo la siguiente observación: la idea de conjura, de conspiración, refiere normalmente a la opacidad. ¿Por qué entonces llamarla La conjura del esplendor? Justamente porque la clave está en el brillo de un objeto que deslumbra y que está en el centro de la conjura, y en el deslumbramiento (éblouissement en francés) que puede producir en fanáticos delirantes un relato, una historia que puede parecer fantástica, imposible, pero que para ellos resulta, dentro de su locura, totalmente verosímil. ¿Y quién arma esta conjura? Pues alguien que lo ve todo, representado por el ojo omnipresente, que tiene acceso a la información y a la psicología de estos delirantes, y por eso lanza un anzuelo resplandeciente con la carnada de la conjura para atrapar a estos fanáticos dispuestos a creer su propia intoxicación conspirativa.

Tercero, el laberinto que armamos a cuatro manos en la conjura tiene una base que mi coautor, Meir Magar, fue construyendo con mucho cuidado. Todo lo que se refiere en La conjura del esplendor a la historia de los sefardíes antes y después de la expulsión de España en 1492 está bien documentado. En las notas del “escritor” de la novela dentro de la novela, el Doctor Hayim Abulafia (descendiente del gran poeta Yehudá Ha’Leví Abulafia), cardiólogo de Tel Aviv, están todas las referencias que documentan esa historia de momentos esplendorosos y momentos terribles que vivieron los judíos en España. Pero creo que el valor de la novela, y claro es una opinión muy subjetiva de una parte interesada, reside en plantear el tema del sefardismo, del ser judío sefardí, en el contexto actual, y explorar, dese la ficción, cómo lo que ocurrió en un pasado remoto adquiere sentido en el momento geopolítico actual en el que identidades surgen, cambian, se consolidan, se enfrentan y también conviven.

Y esto justamente me lleva al cuarto punto de esta presentación. ¿Cómo se articulan historia, ficción y actualidad en la novela? Creo que, a diferencia de la historia de los historiadores, que tiene una rigurosidad científica necesaria, la historia novelada o la historia ficción nos permite presentar unos matices, unos grises que resultan importantes para comprender lo que estamos viviendo en la actualidad. Quiero, en ese sentido, destacar algo de los personajes de La conjura del esplendor: son personajes muy humanos con sus glorias y sus miserias, con sus idealismos y sus impulsos más básicos. Y a veces, los que son comúnmente presentados por los medios de comunicación como los villanos, también tienen un lado heroico, y viceversa, hay héroes que en ocasiones pueden resultar villanos. Y en este laberinto que es la novela, a veces nos metemos en caminos llenos de bifurcaciones. ¿Cuál es el buen camino? ¿Quién es el bueno o el malo? No siempre la respuesta es obvia, al menos desde el punto de vista de la historia ficción.

Me pregunto, sin embargo, ¿si de verdad encontramos la salida de ese laberinto que se llama La conjura del esplendor? No lo sé. Queda a los lectores juzgar si hay una salida o si quedan atrapados en los acertijos de La conjura del esplendor. Lo que algunos lectores ya nos han dicho es que sienten que la conjura continúa y esperan descubrir cómo sigue en la próxima novela.


Muchas gracias.

jueves, 9 de febrero de 2017

¿Es Canadá tan chévere?


Un artículo en El País en el que analizo la percepción sobre el "Canadá cool" (o "Canadá chévere", diríamos en Venezuela), vs la percepción negativa que existe sobre los Estados Unidos bajo el gobierno populista disruptivo de Donald Trump.