viernes, 4 de agosto de 2017

Sobre la ambigüedad de las preguntas del plebiscito


Mi recordado profesor de metodología de la investigación en la Universidad de Montreal, Luc Giroux, prematuramente desaparecido, nos decía que la clave de un buen cuestionario de encuesta es que las respuestas posibles no deben dejar lugar a interpretaciones ambiguas. Ponía como ejemplo la pregunta del primer referéndum que se hizo el gobierno de Quebec en 1980 para consultar a los habitantes de la provincia sobre la separación del resto de Canadá.

Luc nos decía que la pregunta planteada por el Partido Quebequense, que dirigía el gobierno provincial en esa época, tenía una lectura ambigua y, por lo tanto, la respuesta a la pregunta podría también ser interpretada de forma ambigua. La larga pregunta decía más o menos así: el gobierno de Quebec ha dado a conocer su proposición de llegar a un acuerdo con el resto de Canadá para lograr un nuevo acuerdo que le otorgue a la provincia plenos poderes soberanos y que le permita mantener una asociación económica con Canadá, incluyendo la misma moneda. ¿Le da usted al gobierno de Quebec un mandato para negociar el acuerdo propuesto entre Quebec y Canadá? Casi el 60% de los votantes rechazó el acuerdo de soberanía-asociación propuesto por el Partido Quebequense.

Nuestro profesor de metodología nos decía que en ese 60% probablemente había todo tipo de opiniones. Algunos serían claramente anti-independistas, pero otros serían independistas “québecois” duros que no querían negociar un acuerdo con Canadá, sino declarar la soberanía absoluta de Quebec. Ese “No” era pues distinto al “No” de los que querían quedarse en Canadá. Esto era un típico problema de ambigüedad de la pregunta que genera a su vez ambigüedad en la interpretación de las respuestas, nos decía Luc.

Podríamos decir que con las preguntas del plebiscito que convocó la Asamblea Nacional el 16 de julio pasado ocurrió algo parecido. Especialmente la tercera pregunta se presta a esas interpretaciones ambiguas que envenenan el debate político entre los que apoyan a la oposición democrática. Esa pregunta decía textualmente: “¿Aprueba que se proceda a la renovación de los poderes públicos de acuerdo a lo establecido a la Constitución, y a la realización de elecciones libres y transparentes, así como la conformación de un gobierno de unión nacional para restituir el orden constitucional?”.

Una mayoría abrumadora de electores (casi 99%) dijo que Sí a la tercera pregunta. El problema reside en la interpretación de ese “Sí”, especialmente la parte final que dice “…la conformación de un gobierno de unión nacional para restituir el orden constitucional…”. Algunos dicen que el plebiscito le dio un mandato a la Asamblea Nacional para proceder a conformar ya un nuevo gobierno. Otros dicen que ese mandato es para conformar un gobierno de unión nacional después que se restituya el orden constitucional y se celebren elecciones democráticas y transparentes. De hecho, el propio presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, ha dicho que el parlamento venezolano no tiene el poder constitucional para conformar un gobierno. En cambio, otros argumentan que ese parlamento debe formar un gobierno paralelo inmediatamente, que incluya la designación de un nuevo alto mando militar.

La ambigüedad en la pregunta del plebiscito y en la interpretación de las respuestas ha alimentado un autodestructivo debate en el seno de la coalición opositora. Los electores lucen desorientados. Muchos están molestos con el liderazgo de la MUD. Un error “metodológico” (o más bien, político) que debilita a la oposición.

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