El fiscal Karim Khan de la Corte Penal Internacional (CPI) decidió ordenar el arresto del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y de su ministro de defensa Yoav Gallant acusándolos de presuntos crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad. El fiscal Khan también ordenó el arresto de varios cabecillas de Hamás. Ambas decisiones tienen como explicación el oportunismo judicial del fiscal Khan, quien está muy consciente de la falta de credibilidad de la CPI, instancia que tiene poco que mostrar como resultados concretos en relación a varios crímenes y violaciones contra los derechos humanos en la escena internacional.
Ya lo había dicho Khan en una conferencia que dio en la Universidad de Ottawa en mayo de 2023 (mucho antes de la masacre perpetrada por Hamás en octubre de ese mismo año): está en juego la credibilidad en el sistema internacional de justicia si la CPI no actúa de forma contundente, como NO lo ha hecho en varios casos notables, tales como los crímenes cometidos por el presidente sirio Bashir Al Assad, o en las persecuciones y masacres contra los rohinyás en Birmania o los uigures en China.
El record de la CPI no es bueno. Khan no quiere pasar sin pena ni gloria por su cargo de fiscal. Tampoco ha sido muy eficaz en el caso de las acusaciones contra Nicolás Maduro y su séquito militar-civil acusados de toda clase de crímenes contra la humanidad (torturas, asesinatos selectivos, persecuciones, exilio de millones de venezolanos). A pesar de sus visitas a Venezuela y reuniones con el mismísimo Maduro, Khan no tiene nada concreto que presentar a las víctimas de la autocracia chavista.
La masacre del 7 de octubre y la respuesta defensiva de Israel contra Hamás y la Yihad Islámica Palestina abrieron las puertas para que Khan logre alguna visibilidad en la escena internacional y le de un empujón a la decaída credibilidad de la CPI. Y lo ha hecho con un juego de equilibrismo judicial que pone en la misma balanza a quien perpetra crímenes contra civiles (asesinatos, torturas, violaciones, secuestro de rehenes) y a un estado que se defiende con los medios legítimos que establece la ley internacional.
Khan ha apostado por montarse en la ola de opinión que impulsan la izquierda woke y el radicalismo islamista. Lástima por los que teníamos alguna esperanza en la credibilidad de Karim Khan para pedir justicia por las víctimas del chavismo-madurismo. Con su decisión que pretende igualar a los miembros de un gobierno constituido democráticamente como el de Israel (aunque ese gobierno nos guste o no) y los terroristas que reivindican a pleno pulmón sus crímenes, ha terminado de enterrar su legado. Una verdadera lástima.
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